20.3.10

poema XVII. Coman

XVII.


Neblina, si caben las palabras. No, si recién me sacudo el rescoldo y viene la claridad. En dónde se me nota. Igual me bajo igual me apago. Entro en tí, camino y miro alrededor, creo que hay algo más que no se ve. Aparte, veo muchas cosas invisibles:


*


Inventar ver: Sedosa babosa te acaricia el cuerpo, los hilos de la tierra; no vuelve y regresa lo que no vuelve: tu boca lamiendo panes de viento.


Ver un sueño en la niebla del fuego, ver los pasos y el pasado: lo sacudo con fuerza así parezco un fantasma. Ver lo Oculto en los hombros del viento y un rocío en los ojos: como sin ganas de comer.


Casi no se ve.


*


Ruina del amor. Sedimenta y enciende una fogata. De lejos es un son de aire. De luz, mariposa de luz, brote de fuego. Mi cuerpo oye sensaciones, toma del frío su intemperie: sólo un necio abusa, sólo veré lo demás.


No temo al cuerpo que se asoma, el pincel es una aguja talando la carne, el color devuelve una palabra o un pensamiento:


El otro aparece en mi no-carne. Mi yo no es mí, la palabra fusión de la pintura, el contenedor: el todo agrupado se distribuye. Escriba como pinto.


El rumor casi no se ve. Es el que habla.


Soy el condenado, hambre de vómito: el hombre se asusta de su boca sangrienta, del color de su líquido, la cantidad de líquido, la soledad de su cuerpo mirándose, el estupor de la bestia ante las bestias que lo asustan, escribe, toca con su voz en el bruto en mí, con el sabor de la visión de la rosa vandálica.


Respira en mi cuerpo como si la tierra le hubiera cavado el agua.


El vaso lleno hasta la mitad, la humedad de la carencia; un chorro moja, dos, secan.


Odio la seguridad del amor pero a su vez amo la suavidad de su dureza:


*


Dormimos. Luego de cantar. El campanario de la esquina está quieto en la lluvia. Un sólo movimiento sobra en el aire. La costra finita de la piel de dios sueña entre nosotros.


*


(de: Coman, Editorial CILC, Buenos Aires, 2009.)